Que todo lo bueno te siga, te encuentre, te abrace y se quede contigo.

Que todo lo bueno te siga, te encuentre, te abrace y se quede contigo, no es fácil, pero tampoco imposible.

En primer lugar, debemos tener claros cuáles son nuestros objetivos. ¿Qué es lo que queremos lograr?

Parece sencillo, pero no lo es. No todo el mundo tiene claro qué es lo que quiere.

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Siempre podemos atravesar momentos en los que no tenemos las ideas claras. Es lógico que eso cree confusión y desconcierto.

Por lo tanto, necesitamos concentrarnos en las prioridades y en lo que da sentido a nuestras vidas.

Miedo al error.

Pero claro… una vez que definimos los objetivos, después hay que lanzarse a la aventura de concretarlos y esto genera miedo.

Es necesario despojarse de los temores y los prejuicios y animarse a cometer errores. Si sabemos que a lo largo del camino, vamos a equivocarnos y lo aceptamos, ya tenemos un punto a favor.

La rutina es un lugar seguro para todos, pero nunca llegaremos a nada si estamos siempre anclados en nuestra zona de confort.

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A la suerte hay que provocarla y de la única manera que se puede hacer eso, es saliendo a buscar las oportunidades.

La ley de la atracción.

¿Ya notaste que cuando ya vas tarde y muy nerviosa, te encuentras con semáforos en rojo, un camión averiado bloquea la calle o hay embotellamientos por todas partes?

A esto se lo llama “la ley de la atracción”. Porque cuando estamos alterados, atraemos lo negativo, de modo que actuar de manera contraria, genera el efecto inverso.

Así que, empieza por visualizar de manera positiva lo que deseas, para ver resultados beneficiosos lo antes posible.

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Somos lo que pensamos.

Deja las ideas o pensamientos negativos a un costado. Nada se gana con eso. Es difícil, pero puedes hacerlo.

Para que lo bueno se quede contigo, debes visualizarlo. Es un primer paso a que se materialice.

Para que lo bueno te encuentre, permítete un momento de osadía, de audacia y de valor. ¡Si no lo haces ahora, te vas a arrepentir!

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Empieza con cosas nuevas y pequeñas. Ir a un lugar desconocido, comprarte una prenda de vestir nueva, practicar un nuevo deporte, un paseo por el bosque. ¡Hay muchas cosas que nunca hiciste y que puedes intentar por primera vez!

Pregúntate cuáles son las cosas que de verdad te gustan y cuando te respondas a ti misma de manera sincera, lograrás que lo bueno entre a tu vida.

Que los otros se queden contigo.

Lo bueno, también puede estar representado en el otro.

Cada uno de nosotros necesita de otros para alcanzar la felicidad plena, porque somos seres con sentimientos y emociones para compartir.

La felicidad compartida es mucho más poderosa que la felicidad que podamos generar nosotros solos.

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A veces, que alguien nos diga que hoy nuestro cabello brilla como nunca o que tu trabajo estuvo excelente, nos llena de orgullo y nos hace felices, pero además, nos predispone para bien y para atraer lo bueno a nuestras vidas.

La felicidad en el pasado.

A veces decimos que al pasado, hay que dejarlo precisamente allí, en el pasado.

Eso es cierto cuando se trata de olvidar hechos negativos de nuestra vida, pero cuando lo pasado puede ser positivo para el hoy, vale recuperarlo.

¿Y qué podemos obtener de beneficioso? Seguramente te vendrán a la mente varias ideas relacionadas con:

  • Las mejores personas que pasaron por tu vida.
  • Los mejores momentos vividos.
  • Las personas más valientes que conoces.
  • Las actitudes de las personas mayores que admiras.
  • Las tradiciones familiares que te conectan con lo más profundo de tu ser.
  • Las cosas que alimentan tu interior.

¿Te dejo una idea para cuando termines de leer este artículo? Envíale un mensaje a una persona que quieres, sólo para decirle cuánto vale para ti. ¡Eso la hará feliz y te hará feliz!

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