¿Qué aprendiste demasiado tarde en la vida?
Nunca es demasiado tarde para cambiar de opinión. A pesar de que nos enseñaran a poner la otra mejilla o a dar sin esperar nada a cambio, un día entendemos que no tenemos que ser el destinatario de las frustraciones de otro o que también tenemos derecho a ser tomados en cuenta.

La historia de cada persona está minada de pruebas, exigencias y grandes o pequeños desafíos a los que intentamos enfrentar como podemos, como nos sale y en el momento en el que aparecen.
Cada suceso en nuestras vidas exige una nueva adaptación; un paso de lo viejo a lo nuevo; de lo conocido a lo menos conocido.
Y esos cambios dan miedo, pero algunas veces hay que hacerlo y de eso, también se aprende. Es decir, se aprende a vivir.
Ya sea tarde o temprano, no importa… nunca es tarde para vivir nuestra vida de otra manera. ¿Y cómo se logra? Simplemente sabiendo que las ideas que tenemos arraigadas en nuestra mente, son las que provocan las emociones que vivimos.
Cambian las ideas, cambian las emociones.
Muchas personas creen que cambiar de idea es no tener personalidad. Nada de eso… al contrario. Cambiar de idea con respecto a algo, es readaptarse a las situaciones.
Nuestra vida, nuestro entorno, las personas que nos rodean; no son siempre las mismas y es necesario actuar según las circunstancias se van presentando.
Tampoco es positivo detenerse en la idea del reproche. “¿Por qué no me di cuenta antes de esto o aquello?”

No importa… lo importante es haberlo visto y hacer las modificaciones que sean necesarias para que eso nuevo que aprendimos o que descubrimos, nos ayude a vivir mejor.
Si las ideas que tenemos influyen en las emociones que vivimos, entonces modificar las ideas, también puede modificar nuestra vida.
Cada acontecimiento tanto feliz como triste que aparece en nuestras vidas, es una nueva oportunidad de pensar y de sentir.
Nuestro primer amor, nuestro primer trabajo, primera ruptura amorosa, perder a un ser querido… todos estos sucesos nos enseñan algo, a través de las emociones que generan.

Todo esto puede sonar simple desde la teoría, pero sabemos que ponerlo en práctica no es sencillo, porque exige esfuerzo, voluntad y disciplina.
Es más fácil permanecer en nuestra “zona de confort” y quedarnos bajo la protección de nuestras viejas y queridas emociones que nos hacen sentir más seguros.
Aprender a vivir.
Da la sensación de que no tenemos suficiente tiempo para una sola vida, para vivir todo lo que deseamos vivir.
“Aprender a vivir”, es algo muy difícil, porque a diario nos encontramos con piedras en el camino. En definitiva, nadie tiene una vida fácil, por más que a veces nos parezca que algunas personas no tienen problemas.
No podemos cambiar nuestra suerte, ni nuestro destino, ni vivir satisfechos. Sólo podemos mejorar nuestra manera de existir, a través de nuestros actos, porque no alcanza con vivir, sino que también hay que ser feliz.

En resumen; no te amargues por lo que pasó. No sirve “llorar sobre la leche derramada”. Aprendamos de cada acontecimiento que se presente y tomemos lo positivo.
No les tengamos miedo a los cambios. No nos sintamos culpables por tener distintas emociones o cambiar de idea, porque cambiar de idea es evolucionar.
Nada es más sano para un ser humano que ver las cosas desde distintas perspectivas. No es falta de personalidad, ni de carácter; es adecuarse a una vida mejor y en la que nos sintamos a gusto.
Lo que crees que aprendiste tarde, en realidad lo aprendiste cuando lo tenías que aprender; ahora, sólo queda aprovechar esas enseñanzas de la vida y ponerlas al servicio de tu felicidad.